LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE CUARENTENA

LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE CUARENTENA

Más allá de la buena voluntad del ministerio de educación, de los docentes, de los padres y madres desesperados/as y exasperados/as y de los niños y niñas que deben enfrentar esta cosa extraña que son las clases sin clases en casa y mirando tele o viendo qué hacer con la compu o el teléfono, la educación se está perdiendo un momento excepcional en lo que podría ser la gran reformulación profunda de cara a un futuro que, de repente, se nos hizo ¡YA!

Faltos de una forma específica y la mente condicionada a las currículas tradicionales, con sus objetivos, contenidos, metodologías y múltiples etcéteras que conforman el esquema de la educación convencional, se desesperan por cubrir el tiempo que correspondería al período escolar simulando estar haciendo algo que pretenden sea educación on line, cuando no es más que supuesta educación convencional a través de la tele o los recursos informáticos.

La teleeducación, que de suyo tampoco es gran cosa, debe proyectarse a ser mucho más que estudiar o hacer los deberes en casa torturando a padres y madres tratando de hacer lo que no saben ni quieren. Porque si hubiesen querido, habrían seguido magisterio ¿no?

La teleeducación, la educación que hoy necesitan nuestros niños, niñas y jóvenes no tiene UN CORNO QUE VER con lo que están haciendo en los programas que transmiten por televisión, con conductoras jugando a la maestra que si no miran la hoja ni saben de qué están hablando, que manejan las matemáticas como un mono conduciendo un McLaren y que siguen convencidas de que la cosa pasa por transmitir contenidos.

Este año escolar es muy probable que se pierda. Y no pasa nada. Nadie se muere por atrasarse un año en los programas de estudio. Pero en vez de perderse podría haberse aprovechado capacitando a los docentes en el manejo de los recursos informáticos, rompiendo los paradigmas de una educación obsoleta y asumiendo el desafío de la educación del futuro, la que realmente se necesita, la que apunta a desarrollar la capacidad pensante, el discernimiento, la razón…

La educación que se sigue impartiendo es aburrida, absurda y perimida. No sirve para nada. Es una lamentable pérdida de tiempo y dinero. Y, lo peor de todo, hace que los niños, las niñas y los jóvenes se alejen de la educación.

Cuando pase la cuarentena y el COVID-19 se tome un descanso hasta mutar en 21 o 22, volverán las mismas maestras a las mismas escuelas a enseñar a los mismos niños las mismas pavadas que conforman los sempiternos planes de estudio.

En las escuelas, “les niñes” aprenden a odiar las matemáticas porque la mayoría de “les” docentes que deben enseñarlas también las odian, no las entienden, repiten como loros las fórmulas aprendidas y no pueden aceptar que haya “alumnes” que resuelvan los problemas por caminos totalmente distintos a los que “les” docentes conocen.

Y lo mismo pasa con todos los otros contenidos. Datos imprecisos, cuando no desfazados de los que se pueden obtener haciendo clik en Google, fechas, nombres raros, cosas que no aportan nada a la formación integral de las mujeres y los hombres que necesita la sociedad del mañana, mañana que está a la vuelta de la esquina.

Si realmente quieren que los niños, las niñas y los jóvenes aprendan algo, deben presentarlo en formato de video game o, al menos, con un tratamiento audiovisual interactivo en el que puedan elegir qué quieren aprender y cómo participar del proceso de aprendizaje.

YA NO SE PUEDE PRETENDER ENSEÑAR. Los y las docentes deben ser FACILITADORES. Ayudantes en el proceso de aprendizaje. Y para ello tienen que cambiar la forman la manera, el modo de pensar y expresarse.

En primer término, deben aprender a manejar las herramientas de las modernas tecnologías y disponerse a aprender DE SUS ALUMNOS Y ALUMNAS. Cuando un niño enseña está aprendiendo a transferir sus conocimientos. Y eso es mucho más importante que aprender la tabla del 6.

En síntesis, y por el momento, la idea es HAY QUE CAMBIAR LA EDUCACIÓN. ¿Por qué no  aprovechar este momento?