CARTA DE MEJOR FORTUNA

CARTA DE MEJOR FORTUNA

Más allá de las legislaciones particulares de cada país, hay una institución denominada carta de mejor fortuna o similar que se aplica cuando alguien no puede pagar una deuda y comunica que apenas cambie su situación habrá de honrarla. Normalmente funciona.

El principal valor que tiene esa carta o notificación es el reconocimiento explícito de la deuda.

¿Y a qué viene esto? Veamos.

Uno de los temas que deberá solucionar A. Fernández es la deuda con el FMI. Y aunque algunos sectores digan que no hay que pagarla, lamentablemente no hay otra opción. La deuda la contrajo un gobierno democráticamente elegido y en pleno ejercicio de sus funciones. Y como en democracia la mayoría gana y la minoría se aguanta, no alcanza con que digas “Yo no lo voté”.

Otra cosa fue la deuda contraída por la dictadura militar. Esa sí era deuda espuria y, sin embargo, se pagó. Dolorosamente, pero se pagó.

Ahora el FMI y su socio principal, los EE UU, le dirán al nuevo gobierno “Felicidades, Alberto querido. No quiero ser molesto, pero ¿tenés idea de cómo me vas a pagar?”.

Alberto Fernández, con muchos años de docencia universitaria, tiene que estar obligatoriamente acostumbrado a responder preguntas difíciles, algunas pertinentes, otras impertinentes, algunas incluso tontas. Pero la docencia enseña a responder. Y el “no sé” no es respuesta si no viene acompañada del “mañana te digo”.

Argentina es potencialmente muy rica. Tiene petróleo, oro, minerales múltiples, de los buenos y sanos y de los otros, y hasta tiene agua, que en no mucho tiempo valdrá más que el petróleo y los minerales. Hay patrimonio de respaldo. Y, además, tiene mucho territorio con baja densidad habitacional. La Patagonia, por ejemplo. Y los del Fondo pueden ser cualquier cosa menos tontos. Saben que, si ellos aprietan, la apertura económica hacia el Este será más que potenciada. En China, por ejemplo, hay demasiados chinos con ganas de vivir un poco menos apretados y no todos son almaceneros, por ejemplo.

Expertos en ciclismo financiero, los argentinos tenemos una cintura muy especial para negociar. Sabemos que hay un momento en el que no hay otra opción que decirle al acreedor: “Mire, Don Pirulo, sé que le debo, le agradezco el crédito que me ha dado y no quiero perder, pero por un par de meses no voy a poder pagar la cuota. Permítame salir del pozo y, apenas asome la cabeza, le empiezo a pagar”.

A veces funciona. ¿Funcionará en este caso?

Claro que si Don Pirulo ve que nos compramos auto nuevo y no le pagamos va a poner el grito en el cielo.

Esta historia recién empieza. Y, como decían los antiguas películas en episodios semanales (¡”Oh, tempora. Oh mores”!), CONTINUARÁ…