DÍA DEL PADRE.

Mi padre murió cuando yo tenía 15 años. Mis remotos recuerdos de él se originan allá por los cuatro años de edad y él se pasó los últimos dos años de su vida (quizás un par más) entrando y saliendo de sanatorios y hospitales. En síntesis, recuerdo a un padre presente en unos diez años de vida. Y esas memorias de infancia, que confunden verdades con fantasías, hechos con sueños y deseos con realidades, hacen que quizás el padre que recuerde no sea el verdadero padre que fue. O sí. O no importa. O la única verdad sea esa que recordamos y construimos con los retazos de recuerdos, emociones, momentos e invenciones.
El más remoto recuerdo que tengo de mi padre, es el olor de sus manos al lavarme la cara. Mezcla de jabón, tabaco y aqua velva. Luego, nuestro largo paseo mensual a retirar su cheque de jubilado (marino de alta mar, se jubiló muy joven con los pulmones enfermos y los recuerdos de sus varios viajes alrededor del mundo a bordo de la fragata Sarmiento, recuerdos tan transferidos que, al recordar a mi padre, recuerdo inmediatamente la fragata), las cotidianas sesiones de billar en la Confitería Colón, las largas horas de lectura en el comedor con olor a piso encerado, la tardes y las noches escuchando música clásica en Radio Nacional Argentina y algunas tardes en la cocina.
Percibo como ecos remotos sus comentarios sobre la muerte del gran director Arturo Toscanini y la de Pio XII (a mi decir de entonces, pio equis palito palito y su inmediata corrección y explicación de los números romanos que aún recuerdo). Antes de eso, su arresto en 1955 con la caída de Perón y su posterior presencia en los actos partidarios acompañando al Dr. Bidegain.
También recuerdo su letra de caligrafía perfecta y su firma, que tantas veces imité hasta apoderarme de ella luego de su muerte y que luego reemplacé por una más simple y garabateada.
Y ahora, puesta en marcha la máquina de recordar, se atropellan recuerdos, momentos, palabras, gestos, anécdotas… y la nostalgia de ese tiempo breve, que parece más, pero no, fue poco. Muy poco.
En esa época no se celebraba tanto el día del padre. Más aún, se había instituido en la Argentina el 24 de agosto y eso fue a partir de 1958, es decir que medio se mezclaba con su cumpleaños que era el 17. Y además, en casa, no éramos mucho de los días de… Así que me parece que nunca le dije feliz día a mi padre. Me parece que tampoco le dije te quiero. No se acostumbraba eso en esos tiempos. ¡Qué pena!
(Me parece que deberé cambiar de anteojos porque se me nubla la vista).
Comentarios (0)
Comentarios de Facebook (0)