DIÁLOGO Y POLÍTICA

DIÁLOGO Y POLÍTICA

“La política es el arte de dialogar” dijo Alberto Fernández, presidente electo de los argentinos, en una reciente entrevista televisiva (Nada Personal. El nueve. 12/11/2019. 23:00).

Pese a que la mayoría de los medios se quedaron con otras de las muchas frases que A. F. dejó registradas en una entrevista en la que se destacó el singular estado de nervios de una Viviana Canosa que permanente le adjudicaba al entrevistado un enojo inexistente a las vez que hacía guiños verbales sobre conocidos en común, datos que permitían suponer un conocimiento muy anterior e iba de un lado al otro mezclando vida privada, propuestas políticas y una requisitoria casi molesta tratando de lograr un nombre del futuro gabinete como si fuese la presa más deseada del asunto, esta frase que rescatamos en el título de este artículo quizás sea la síntesis de lo que promete Fernández como presidente.

Y no es poco.

Aunque habría que revisar los conceptos de riqueza, podríamos coincidir que Argentina es un país rico, muy endeudado y con un pueblo mayoritariamente empobrecido.

Pretender salir de la crisis en que se encuentra como país y, para más inri, en una región más que convulsionada, en un trish-trash de varita mágica es más que una candidez. Mucho más. Y si Fernández dijese que es así de fácil, repetiría las mentiras de su antecesor.

Fernández sabe que para salir de la crisis hay que dialogar. Con la oposición, con los especuladores, con los del campo, con los industriales, con los sindicalistas, con los países vecinos, con los potenciales inversores, con los fondos buitres, con la gente que de buena fe invirtió en bonos y hoy no sabe si ganó, perdió o empató, con los maestros, con los estudiantes, con las PyMes, con los que están sin trabajo, con los ni-ni, con los policías, con los chorros y con su perro Dylan que al final será el único que lo escuchará complacido. Los demás serán palos en las ruedas, canchas embarradas, tiras y afloje, amenazas encubiertas y no tanto…

Dialogar no es debatir, está más cerca de discutir, pero, si se da un paso en falso, se puede caer en pelear. Fernández lo sabe. Es erudito en ello e, incluso, dio clases sobre Comunicación política en la universidad Camilo José Cela de España. El problema está en los interlocutores.

Es común escuchar a gente que dice: “Yo soy así. Siempre fui así, pensé lo mismo y no me van a cambiar”. El problema es cuando esa gente tiene poder. Son muy peligrosos.

Para enfrentar la crisis que vive el país y salir airoso no hay otro camino más que el del diálogo. Un diálogo que busque el consenso, que genere la sinergia imprescindible para salir de pantano en que estamos. Un diálogo claro, franco y comprometido.

Cualquiera que haya leído las primeras páginas de un libro básico de sicología, sabe qué es la introyección.  La acción contraría sería la extroyección. Es decir, sacar lo de adentro, poner los problemas sobre la mesa (o el diván, según corresponda). En el barrio podrían decir “poner las cartas sobre la mesa”.

Cabe suponerse que a esta altura del partido todos los agentes sociales vinculados o vinculables al proceso de reorganización que necesita el país, tienen (deberían tener) bastante clara la película. Eso simplifica la cosa porque ya no es necesario andar mostrando lo que es evidente. El asunto es encontrar la salida, que no es lo más difícil (aunque parezca lo contrario), y coincidir en los pasos a dar para llegar a ella. Ahí sí está lo complicado.

Si bien, como es lógico suponer, puede haber, además de una salida principal otras de emergencia (pensemos en la evacuación de un recinto en riesgo), no hay tantas salidas como personas que quieren salir existan. Ese es el punto en el que el diálogo será fundamental, sabiendo que hay que ponerse de acuerdo y con bastante urgencia.

Capacidad para dialogar, liderazgo responsable y calma -¡mucha calma!- serán imprescindible para asumir el desafío de salir de la situación en que nos encontramos. Esperemos que Alberto Fernández tenga esto y más.