DE PRÍNCIPES, UTOPÍAS Y LOCURAS.

DE PRÍNCIPES, UTOPÍAS Y LOCURAS.

Casi simultáneamente Nicolás Maquiavelo en 1513 escribía “El príncipe” y Tomás Moro, en 1515, su “Libro del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía” para los amigos, “Utopía”, no más.

Moro publicó su libro en 1516 y Maquiavelo tuvo que esperar hasta 1531 para hacerlo.

Mientras que el uno sueña con la posibilidad de que haya políticos honestos que logren una sociedad justa el otro acepta la realidad redoblando la apuesta de cómo debe hacer el que manda para seguir mandando y que sus siervos lo obedezcan y le sigan obedeciendo sin chistar.

Quinientos años después, muchos se refieren a “El príncipe” (incluso hay algunos que sorprendentemente hasta lo leyeron y todo) mientras que la mayoría solo usa el término utopía sin saber qué significa realmente y, ¡mucho menos!, que hay un libro que se llama así. De Tomás Moro… ¡ni hablar!

A la luz de lo dicho, para mucha gente pretender honestidad en la política, aunque deseable, suena a absurdo.

Ya que estamos con los libros de allá lejos y hace tiempo, no podemos dejar de recordar al tercero de ese entonces: “Moriae Encomium, sive Stultitiae Laus” que pasara a la posteridad hispana como “Elogio de la estulticia” o, más famoso aún (¿?) como “Elogio de la locura” escrito en 1511 por Erasmo de Róterdam.

Conversando con amigos, pudimos concluir que la mayoría de los profesionales, incluidos los políticos que han hecho de la política profesión, están siempre tan ocupado que no pueden leer, salvo que sean libros casi técnicos, muy específicos de sus profesiones, ni mirar una película completa, ni mirar una serie más o menos interesante. El cúmulo de ocupaciones y preocupaciones absorbe todo el tiempo disponible. Entonces cabe preguntarse ¿no se estarán perdiendo la posibilidad de mejorar la imaginación?

Los tiempos que corren requieren miradas al futuro. El pasado es como los espejos retrovisores de los autos, los miramos para tener idea de lo que pasa alrededor o de lo que vamos dejando en el camino. Se maneja mirando el parabrisas, mirando hacia la ruta, mirando hacia adelante, hacia el futuro, hacia donde vamos.

¿Y entonces para qué leer libros antiguos?

Por la misma razón que debemos mirar los espejos retrovisores. Mirar las referencias del pasado para mejorar, ampliar, perfeccionar la mirada hacia el futuro.

La Argentina está en un momento en el que si no se innova se va todo al tacho.

Ninguna de las viejas recetas es aplicable hoy día.

La educción está obsoleta y perimida, el trabajo es una mera referencia que cada vez se aleja más de los objetivos o preocupaciones de la juventud y los valores…¡brillan por su ausencia!

Ciertos sectores sociales creyeron que, con enrejar las casas, guardar la plata en el banco, poner alarmas y cámaras se solucionaba todo. Se hicieron prisioneros de sí mismos sin entender que lo único que lograban era dejarles las calles a los delincuentes o a quienes, faltos de opciones laborales, tomaron el camino delictual, ese al que se entra fácil y del que no se sale así no más.

Y muchos siguen mentalmente enrejados sin entender (¡sin querer entender!) que el egoísmo no es ninguna solución.

Si no se acepta que hoy la SOLIDARIDAD es la única opción, que no esperen que la PIEDAD sea una opción para el delincuente.

Quienes más tienen, tienen que aportar más para que los que menos tienen puedan comer.