LA PUNTUALIDAD NO ES VIRTUD

LA PUNTUALIDAD NO ES VIRTUD

Más allá de las discusiones que pueda haber al respecto con relación a su estricta etimología y el significado preciso de la palabra virtud, si entendemos como virtud la condición del virtuoso, que según el Diccionario de la Real Academia sería aplicable al artista “Que domina de modo extraordinario la técnica de su instrumento” o a una persona “Que domina cualquier arte o técnica” tendríamos a la virtud como una excepcionalidad.

La puntualidad no es, ni debe ser, una excepcionalidad. Es, y debe ser, una condición necesaria para el funcionamiento correcto de la sociedad entendiendo a esta como la interrelación de las personas que la componen. La sociedad existe en función a las personas. Sin personas la sociedad no existe. ¿Es claro?

Cuando alguien por función, cargo o atributo que fuere se siente con privilegios que le permiten destratar a su prójimo a gusto y gana, no solo está atentando contra la persona afectada de manera directa, sino contra la sociedad toda.

“¿No es esto un poco exagerado?” NO.

El correcto funcionamiento de cualquier mecanismo se basa en la adecuada función de cada uno de sus componentes. Y así como el más débil de sus eslabones dará el nivel de resistencia de una cadena, el más débil de los componentes dimensionará la calidad del mecanismo que integra.

Por vaya a saberse qué extraña razón inexplicada (¿inexplicable?) los médicos son expertos en descomponer el mecanismo social con una impuntualidad exasperante. Tan exasperante como sus letras incomprensibles (¿serán del mismo origen impuntualidad e ilegibilidad?).

Ya pareciera norma que al ir a una consulta no se pueda saber a qué hora uno habrá de quedar libre, en que momento podrá retomar su función dentro del esquema social al que pertenece, sea este hogar, trabajo o lo que fuere.

Es absurdo tener que aceptar como norma que si a uno le dieron turno para las 08:15 el profesional de la salud llegue a las 08:30 y el paciente forzado en su paciencia sea atendido a las 09:30, por ejemplo y con suerte.

En cualquier planta elaboradora de cualquier producto el cálculo de cada uno de los procesos se realiza buscando la mayor precisión posible. Se sabe que la imprecisión, la discontinuidad se transformará en pérdidas.

En los consultorios médicos esto pareciera no ser tan importante.

De inicio uno podría suponer que se trata de un problema propio de los hospitales públicos, de los centros de emergencias, de la imprevisibilidad lógica de las guardias médicas, por ejemplo. Pero no. Ocurre tanto en los centros públicos como en los privados.

Dado que lo que nos ocupa (y preocupa) son los centros de atención pública, sería muy importante hacerles saber a los médicos (y médicas, sí, claro) que, pese a ser profesionales o precisamente por serlo, optaron por ser empleados del estado. Es decir, que sus sueldos son pagados por el aporte de todos y cada uno de los ciudadanos que pagan sus impuestos, además de los aportes específicos de las obras sociales.

“¡También, con la miseria que nos pagan! ¿qué quieren?” ¡Pero cuando accedieron al puesto ya lo sabían! ¡Sabían cuál era la paga por hacer las cosas BIEN! No se trata de aceptar porque sí y luego tomar como excusa lo que cobran para regular lo que dan a cambio. Eso se llama ESTAFA. Si bien no estrictamente en el aspecto legal, sí es una estafa moral a sus impacientes pacientes que deberán adecuar sus horarios al gusto, ganas y antojos de los profesionales de la salud a quienes pareciera no importarles cómo les sube la presión a quienes deben esperar sin justa causa a quienes, al final, podrían llegar a ser la causa de su enfermedad (es stress dicen que produce cáncer. Al menos, la alta presión llega a ser causante de muchos ACV).

Lo expuesto no solo ocurre en la Argentina. En otros lados es peor, pero no pretendemos sumarnos al consuelo de los tontos con el justificativo del mal de muchos.

Hoy les tocó a los profesionales de la salud, pero el daño de la impuntualidad afecta a la sociedad desde muchos ángulos. Iremos analizándolos oportunamente.